jueves, 7 de enero de 2010

El hombre que querías que fuera









Si, vigilo bajo al cielo que es tu sábana. Espero fijes tu mirada en la Tierra.

Si, vigilo y aguardo un castigo, pues no hay mayor placer que yo halle que el de ser lastimado por ti.

Aguardo contricto, contemplo al frio y a la lluvia como mensajeros tuyos.

Si, vigilo mientras duermo, vigilo mientras sueño, vigilo mientras hablo, vigilo mientras escribo, vigilo mientras leo.

Encuentro en el tiempo, sólo espacio para pensarte, encuentro en la vida sólo deseos de tenerte.

Pienso y sólo quiero ser el anonimo, sólo el desconocido, sólo la mancha timida en tu lienzo.

Pienso y me imagino sólo como el siervo mudo, mediocre y fiel.

Cómo el viento que te estremeció en la tristeza y te abandonó en la nostalgia.

El cuarto aquel dónde me hallaste, el día aquel que me creaste, el tiempo dónde me expulsaste.

Hoy, cuando arrepentido me ciegas de olvido, mi corazón me ciega de odio.

Doblemente ciego, doblemente maldito. Pues sólo puedo ser en ti, y sólo puedo estar en ti.

No hay más allá de tus manos, no hay más profundidad que la de tu beso, no hay mayor distancia que la recorro en tus brazos, no hay más belleza que la tuya, mayor tristeza, mayor pena que tu música que tu arpa que tu danza que tu gloria.

Otro recuerdo no es más amplio que el que tengo de ti, tanto que todos se confunden, tantos que pense que habías estado ahí siempre, tantos que de todo te culpé, tantos que de todo me oculté, tantos que sentí verguenza.

Tal fusite tú para mí, y tal eres para mí, que hoy me doy cuenta de que no soy otra cosa que un eco tuyo, soy una mirada tuya, soy el deseo de ser amado, soy las ideas que olvidas, soy los sueños que traicionas, soy las creaciones que deshechas, soy tú, pero el que niegas



martes, 5 de enero de 2010

Lo que había olvidado sentir











Hallo tonos rapidos en la superficie, hallo que algo se incendia cuando cierro los ojos.

Me encuentro hueco y algo de mí se ha escapado.

Cierta tranquilidad demente me invade, la música hace de mí un trapo.

Un trapo con agujeros infinitos en él, con una extensión límitrofe a la imaginación.

Hallos en mis ojos cerrados un eco de mañana. Señales vagas de dioses que me aman.

Pero yo, yo insisto en morir, mi más profundo deseo es el olvido de mí mismo. No lo he conseguido en la entrega al otro, no lo he conseguido en la entrega al placer, ni al deber.

Sólo hallo respuesta en el quebrantamiento de mi conciencia, en sumergirme en mí mismo al tiempo que tiro del gatillo. Al tiempo que la bala irrumpe en mí, al tiempo que mi corazón exhala la paz eterna, al tiempo que mis ojos por fin son libres de los prejuicios de la luz. Por fin al tiempo en que no hay frecuencia que valga para no entender. Al tiempo que no habrá promedios de ninguna existencia, todo será un continuo y un constante de mi propio olvido y de mi eterna felicidad.

Tu cuerpo será menos recipiente de mediatez que templo de diálogo con lo eterno