jueves, 30 de enero de 2014

El culto a la fiebre




Sólo en el delirio hay tiempo.

Sólo en la fiebre las cosas son.

El desconvencimiento, 

           ese morirse de hambre

erosión ubicua.

Detalles, relieves, matices, dogmas, certezas, prejuicios, templos, artes, gramáticas, historias, …, caen.

Sólo en la demencia se desagarra esta transparencia.

Habla lo imperturbable, se hace música de todo.

Nuestra madre sonríe, y en su sonrisa se asoma la palabra.

Arde el pensamiento. Oscilación, Inexactitud.

Dioses genuinos.

Eternidades parimos.

Ciencia del mundo que nos daba la espalda. Y sobre su espalda le adivinamos el rostro.

En ese rostro, sombra de nuestra angustia.

En lo infinitesimal, lo impreciso, lo inacabado.

Vivir, arar rostros, especular sobre fisionomías. 

En la sustancia probable se es.

En la fe, en el axioma, en el olvido del rigor.

Transijo, corre lo que a todo es común.

Templo, sangre de manchas te ofrezco.

Templo, bastas sin dios, ya dioses te daré, mas sólo a ti te busco.

Paga con cosmos mi delirio.

Sólo pretendo libertad para ver lo que me ata.

Y si nada me ata, me aflijo, y ese aflijirme me place, me ata.

Transijo, y me pesa menos lo que me falta.

Paga con cosmos mi omisión,

Hierve, hazte de un nombre,

ése que eres tú, cifra de sí, tu nombre tu cuerpo,

verbo,

fiebre,

duda,

ése que eres,

en tu cuerpo que te hago al negarte, al desvelarte

te visto de paradojas, de sinsentidos, de contradicciones,

te visto, pero nunca me ciño, te cubre mi equívoco,

Mas tú debajo, tibio, perenne,

Me miras,

A mí, que pensaba tenerte de espaldas.

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Tu cuerpo será menos recipiente de mediatez que templo de diálogo con lo eterno