viernes, 5 de marzo de 2010

No me explico a mí mismo, sino como el sueño de otro.


No sólo quisiera pensar para vivir. También quisera amar para vivir.

No sólo quisiera imaginar para crear, también quisiera amar para crear.

No sólo quisiera ser para mí, también quisiera amar para mí.

No quisiera estar solo, pero sólo existo yo, después yo.

No entiendo cómo puedo imaginar que hay más, si en realidad no hay nada.

No me explico el tiempo. Si la verdad se trastoca.

No me explico a mí mismo, sino como el sueño de otro.

No me explico al otro, y al otro, sino como el mismo.

El hombre que ama antes de pensar, antes de existir, antes de querer.


Y yo no como sombra, sino como simulacro.

Y todos no como reales, sino como posibles.

Y finalmente todo no como algo, sino como nada.


Como el continuo en la pared así también en la piel.

El desliz ilusión, la ilusión discreta y el abismo perpetuo.

El pasillo un lapso. El día un espacio. Y yo, ni accidenten ni sentido. Sólo una ambigüedad.

La paradoja que respira, que asesina y suicida se entrega al sí, y al no.

La aletoriedad del orden, la comparación vacía. La iniquidad falsa.


La promesa del absurdo, soy yo y después yo. Condenado a mí, en el sueño de otro.

Accidente de lo que bien podría no ser.


No hay comentarios:

Tu cuerpo será menos recipiente de mediatez que templo de diálogo con lo eterno