viernes, 11 de septiembre de 2009

Las tardes que me siento solo

































Al final el viento se volvió mi amante,mi único amante.

En el principio fuímos yo y mi reflejo. Eramos dos manos, dos aves.

Al final sangré de verdad, al final halle al viento jugando con mi alma. Ví que todo era bello entre tanto movimiento, que la tarde y su sol eran una flauta dulce en mi ansia. Me sente en esa tarde de ideas, aspire el humo de la flauta, acaricié sus tantas tristezas y me deje tocar por el viento.

Nunca fuí ni seré tan amado. Nunca habrá quien entienda mejor el vaivén de mi deseo. No habrá final en ese día, no habrá despertar para aquel sueño. Sólo vivo para vivirlo de nuevo.

Nunca la fuerza fue tan exacta, el contorno del soplo tan certero. Las palabras tan claras. La brevedad fue un delirio. El momento se hizo ficticio. La eternidad carne verdadera, cuerpos etéreos que fueron espesos que tomaban luz, que se incorporaban en mí.

Yo recuerdo que no fuí yo, ahora sé que yo sólo era un par de ojos, yo solo era una piel. Yo sólo era una secuencia del mismo lastre deshumanizado. Y ahora, después de ti, soy un soplo sumiso.



2 comentarios:

Priveraba dijo...

El viento o la lluvia. Creo que eres la infinitesimal parte de un juego de luces que se crean sobre un plano igual de pequeño que nuestra persona. El viento carga tristezas y la lluvia las remite contra el suelo como al polvo y no deja que se levanten. Todos esos lamentos permanecen inmóviles ante tus pies mojados. Amo la lluvia y me agradó bastante, sólo es cuestión de querer parar al tiempo y sentir que la tierra deja de girar y sólo el viento es el presencial.

Kyuuketsuki dijo...

Muy, muy buenas las fotos. En verdad. Los efectos de las luces en movimiento me remiten a la ciudad de noche. Me encanta...

Tu cuerpo será menos recipiente de mediatez que templo de diálogo con lo eterno