domingo, 5 de abril de 2009

Testimonio: eloí,eloí ¿Lemá sabactaní?


Cuarto pequeño. Poco iluminado.
Un vestido rojo, labial rojo, cabello chino y castaño.
Yo soy un soplo en el calor del cuarto.
Es la tarde y la luz golpea directo y frente a ti.
Es el sol que te toca y te advierte de mi presencia.
Mi brazos se estiran, no tardan en tomarte.
Irrumpo en tu calma, en tu silencio. Tal vez también en tu pena.
Yo entro y entro con mis brazos a tu alma.
Puedo sentir ese oscuro y aspero corazón. Aunque no te haya atravesado aún, al menos no con mi cuchillo. que cuelga y espera a tu mirada.
Quiero ver como clavas tus oscuros huecos en mí.
Rápido te volteo, siento el calor que aumenta en ti y en mí.
Cualquier grito, cualquier evento queda ignorado por mi mirada, por mi mente, por mi deseo.
Te parto en dos. El tono de tu ropa se corre entre tus líneas.
Tú cara es la de muchas, es la de muchos, eres el anuncio del periódico de la cada mañana.
La víctima de la fatalidad cotidiana.
Pero tu eres más que eso, eres mi víctima.
Eres el bloque partido en dos que sangra y sangra, el que hace que a cada gota me estremezca de júbilo.
Eres la luz que aún queda en el atardecer, el regalo del tiempo, los minutos en que nada sucede.
Los minutos en que aguardo que el sol seque tu propia vida, que yo ya he tomado.
Aún te recuerdo quejarte, forcejear, gestos y gestos de dolor, de pena.
También ví la gratitud, el placer que se asomaba entre tu gemir, entre tus lagrimas, era el máximo mortal de placer. Y yo te lo dí.
Yo también tenía dolor, pena , gratitud y placer.
Empujar mis manos dentro de tu aún tibio cuerpo es como meterlas en mi propio cuerpo, es como romper los nudos que no me dejan vivir y sentir.
Beber ese liquido de esa sed que he tenido en cada sueño, en cada fantasía, en cada tarde de sed.
Ver el cielo, la tarde es un tesoro que siempre anhelo. El oro que siempre me pinta de calma.
El único calor que me deja amar, la única espera que no odio. El único sol que he podido ver.

Y salgo en cuanto se que debo salir. He seguido el orden, las reglas, me he dejado llevar por mi deseo y mi deso estaba en mis planes. Tomo el elevador, el que tiene espejos cromados de oro en sus cuatro paredes, el que tiene adornos y tiras rojas en el contorno superior. El que tiene la alfombra vieja. El que se abre entre las miradas más sospechosas, el que abre un mundo diferente.
El que me engaña, no he llegado a la planta baja, estoy en el infierno.
Siento que te has levandato para avisar a todos que deben vernir a buscarme. Puedo imaginar tu dulce aura de víctima resbalarse por las rejas en mi juicio.
Puedo verte, oler y saborear lo que nunca se seco en ti.
Doy el primer paso fuera del elevador, en este mundo raro el piso se bambolea, las paredes se precipitan.
La mugre de las orillas se vuelven pendientes rocosas, ideales para trepar y escapar, para este hombre que se hace más y más pequeño entre el risco de elevador a la salida.
[....]

No hay comentarios:

Tu cuerpo será menos recipiente de mediatez que templo de diálogo con lo eterno