

Cascadas imprevistas de estilo nos revuelcan es las playas del sistema
La mente del ahora se alimenta de una ficción soez
Entre el desgarro del placer se ha inclinado la balanza por la groseria
La marcha de la homogeneidad elegante es una pandemia más rápida que la peste bubónica.
A pesar de que los arrojos del probar se restrigen y aparentemente quedan circunscritos en las esferas más altas de la sociedad permean el deseo del grueso poblacional.
No son las señas más partículares las que se inscriben y tatuan al imaginario del querer sino la generalidad del status que brilla en la ausencia y opaca el exceso.
Los zapatos largos, los pantalones largos y las ideas muy cortas.
Me queda claro que los apelativos comerciales si quedan delimitados por lo más bajo y trivial que se cuelga de los ojos del entendimiento de casí todos.
Por su puesto que se cuelga y sopla a la conciencia sobre los países de lo más prohibido y morbido, empuja a los cuadros del comportamiento y traslapa los códigos que artículan ciertamente sólo discursos afásicos.
El grueso es tentado y empujado a depositar la riqueza de la existencia en un cubo de simplicidad y reduccionismo nihilista.
Esta detrás de todo quiza una voluntad positiva y autodestructiva inherenta a la modernidad en la que nos encontramos embebidos y extasiados.
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