Tantos conflictos giran en mi mente. Y ya sólo me pregunto por una cosa. Cuál es la verdad?
Qué distancia hay entre mí y la razón?
Soy el malo o el bueno?
Todo este tiempo pase sin saber nada. Todo este tiempo fueron nubes de rabia, ira y falta de juicio.
Todo este tornado creció y se lo esta llevando todo.
Y al final me quede desnudo, inquieto, tratando de volver entre las olas y encontrar un atisbo de paz.
Romper en mi frente ese marco de arrugas y salitre. Dejarme fluir sincero. Y no ser lo suficiente.
Abandonar el frasco de la repisa y caer sin nada a probar suerte.
Que el pasado se guía para mi futuro, tatuar mi alma.
Y me doy cuenta de algo, sigo incado desde hace diez años ante mi cama y ante un cuerpo congelado en el tiempo que despide dolor en las paredes, colgado sobre nosotros y denunciandonos como asesinos. Me doy cuenta de que sigo incado como hace diez años repitiendo los mismos rezos en un vaivén de suplicas impensadas.
Me doy cuenta de que sigo en ese cuarto con mi madre, pidiendo prosperidad.
Me doy cuenta de que sigo incado esperando en dios la paz, sin entender porque estoy tan solo y porque soy tan infeliz.
Me doy cuenta que nunca he dejado de estar incado, entristecido, entre paredes que son como los techos mudos y sucios, como velas gastadas.
Soy aún ese niño que mira el mundo que no entiende. Que habla y vive como una película. Vivo aún en ese letargo. Sólo que ahora es más eléctrico,ahora no rezo, ahora sólo me dejo caer incado.
Soy sombras, soy ecos. Una vez negando todo me hecho un humo que se escapa.
He estado gritando en ese valle de lagrimas de las oraciones. He estado siendo la oveja.
He estado siendo el soplo que va después del suspiro.
¿Y ahora a donde voy?
He estado buscando al pastor. He estado corriendo de los lobos. Sólo me he perdido más.
He dejado al campo y lo he encontrado en las bocas. He navegado en muchos ojos. He sido oveja de muchos pastores.
He buscado refugio entre la cera del templo. He querido caer dormido entre el incienso, entre las lagrimas derramadas de las mujeres vestidas con velos negros.
He querido dejar de latir sobre sus bancas. Por fin entendiendo que nunca hubo dios. Y que ahora que lo quiero sigo sin poder creerle.
Sigo amando los brillos dorados de las columnas. El latín sentencioso de las cúpulas.
Las rosas casi muertas de los pasillos.
Nosotros todos en ese templo nos hacemos una naturaleza muerta.
Una de materia seca, una de frutos hóstiles y sollozantes.
Una de tonos ocres y opacos.
Ahora lo veo mejor. La verdad, sino la he encontrado estoy perdonandola, estoy queriendo amarla.